Un instante bastó para perderte. Para poner entre nosotros un tapial y enviarte más lejos aún.
No fue tan fugaz, vi al tiempo detenerse: me estaba dando una oportunidad. Sin embargo quedé paralizado, sin decirte lo que debía, lo que quería.
Todo esto en un segundo. Ese segundo que vino después de tu beso, que me pareció eterno.
miércoles, 27 de febrero de 2008
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