Me creí un estratega: ni una lágrima ni un quejido. Como si nunca te hubiese amado, como si no te detesté a partir de tu no.
Me guardé hasta hoy en un cubículo, aislado de cualquier rumor, mirando todo (que es lo mismo que nada). ¡y qué bien resultó!: ya no sufrí. Tampoco me contenté con nada más. Fue un transcurrir casi inerte, y muy cobarde.
Por eso ahora que vuelvo a vivir me siento mejor. Ahora puedo aborrecerte, y amarte al mismo tiempo. ¿no es preferible, acaso, perder todo a no jugar?
1 comentario:
Totalmente.
Muy profundo además.
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